EL SEÑOR DEL FUEGO 2: FIN DE LA FUNCIÓN



Lhendil se hizo paso entre la multitud que abandonaba el centro de la plaza aún emitiendo alabanzas sobre aquel maravilloso espectáculo. El joven estaba recogiendo sus pertenencias cuando ella consiguió alcanzarle.

- Perdonad… - dijo la joven elfa reclamando su atención.

El chico, sin dejar de lado su faena y sin siquiera mirarle a la cara a aquella muchacha contestó:

- Lo siento, la función ha terminado.
- Sí, lo sé. Tan solo quería saber si vais a llevar a cabo algún otro número semejante al que acabáis de hacer en el pueblo…
- Muchos son los tragafuegos que vienen a Yazdra durante la fiesta de la primavera. Estoy seguro de que habrá más espectáculos como este durante los próximos días… De cualquier modo me alegra que haya sido de vuestro agrado.

Dicho esto y recogidas todas sus posesiones comenzó a caminar en dirección opuesta a la de Lhendil, pero ésta no iba a darse por vencida. En ningún momento la había mirado a los ojos, pero no era lo único que le extrañó a la joven, por lo que siguió sus pasos.

- Perdonad, sé que es tarde, pero me gustaría mucho volver a ver una actuación del que llaman “el domador del fuego”.

Sin embargo, él siguió caminando haciendo caso omiso a sus palabras.

- En realidad… mi hermana pequeña adora a los tragafuegos y me gustaría llevarla a veros si fuese posible…  - continuó diciendo Lhendil, pero aquel engreído misterioso no era nada persuasible… - Por favor, está algo enferma… Quizás pudieseis ayudarla aunque solo sea para levantar su ánimo…

Aquello la pareció algo completamente cruel. Los elfos jamás mentían ni manipulaban… pero pareció que la estrategia había funcionado porque el chico se paró en seco al escuchar aquellas palabras y después de meditar durante unos segundos finalmente concluyó:

- Mañana a media noche en la plaza nuevamente.
- Gracias - dijo ella. Y aquel tragafuegos prosiguió su camino.

Lhendil se había percatado de que en ningún momento había dejado de darle la espalda, por lo que no había conseguido ver sus ojos, ni siquiera alguna mueca. Tenía una corazonada. Aquel joven tenía que pertenecer a alguna raza mágica. Pero ninguna portadora de fuego seguía existiendo… Quizás fuese un simple brujo trotamundos. O quizás hubiese estado hablando con un humano con grandes dotes circenses…




Fuera lo que fuese, lo descubriría. Solo tendría que esperar al día siguiente y, lo más importante, tendría que encontrar a una hermana pequeña y enferma…

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